domingo, 5 de septiembre de 2010
ERNESTO VADINI, IN MEMORIAN
lunes, 29 de junio de 2009
MAS VALE TARDE QUE NUNCA

miércoles, 8 de octubre de 2008
PUESTA EN FOCO
La deshumanizada y frívola profesionalidad con que la prensa en general tiende a sepultar para siempre este tipo de hechos arrastra consigo también la sepultura definitiva de la rica arboladura sociocultural con que algunos, sobresalientes por lo emblemáticos, además de simbólicos y representativos, suelen contener su buena y suculenta miga. No puede tratarse de otra cosa, salvo excepciones que confirman las regla, no que las niegan: tanto el periodismo como los deportes son estructuras hegemónicas a través de la cual el sistema imperante aspira a perpetuar su status quo mediante el abulonamiento de sus valores fundantes. Ahora, por su parte, los sajones suelen hablar de la cruel obstinación con que se presentan los hechos. Desde esta perspectiva, 1958 se empecina en exhibirse como un Año Bisagra con su correspondiente correlato deportivo, y el asesinato policial del adolescente Linker cumple con exceso todos los rigores de la autonomía cultural que tiene esta actividad en la sociedad donde está inserto, tal como contar con una historia propia, tener sus propia cronología con las respectivas efemérides que se van generando, también una legalidad y un tempo (Pierre Bourdieu). También el papel de lo hegemónico persuasivo que cumple el deporte en general, como una estructura segregada para la mantención de los valores del stablishment (Jennifer Hargreaves) sin por eso dejar de lado las vacaciones de la realidad (Herbert Spencer) que los primeros positivistas, padres de la sociología moderna, creyeron encontrar desde siempre en la actividad, todo reforzado por la idea de que en los estadios metropolitanos se celebran antiquísimas ceremonias que representan un sentido inverso de la vida, que lo van a seguir haciendo por milenios (Ezequiel Martínez Estrada), y donde esencialmente en esas ceremonias rituales se representan dos valores fundamentales que son las más caras a sus habitantes: la Proeza y la Muerte (Lewis Munford). La contrasociedad deportiva, que recién va a ser advertida casi veinte años después como negativo ideológico de un sistema cada vez cada vez más insoportable, tarde o temprano, terminaría siendo minada por las implacables leyes de la economía y la lucha de clases (Bernard Jeu). Casi una década después de este asesinato institucional en un estadio de los arrabales del mundo se dará cuenta del surgimiento y establecimiento definitivo de la espectacularización de toda la sociedad capitalista, cuyo hilo conductor para enhebrar la representación con que se presentan todo tipo de hechos, será, justamente, un sentido inverso de la vida (Guy Debord). Con muchos más motivos, el posmodernismo actual ofrece al fútbol como la mejor arena para que el hombre contemporáneo represente su drama (Roberto DaMatta). Nadie debe extrañarse si en cualquier pasaje, salvo algún dato o nombre que pueda resultar disonante, llega a creer que está leyendo algo que sucedió la semana pasada o que va a suceder el fin de semana que viene. Los estadios de fútbol tienen en su origen mismo el insalvable antagonismo de que simultáneamente operan como galvanizadas escafandras que aíslan totalmente de la realidad exterior (Ezequiel Martínez Estrada), pero al mismo tiempo el mundo imaginario que queda ahí representado resulta atrapante, fascinante, por ser el goce religioso, en miniatura, de la sociedad real, una perfecta escenificación de la dicha escatimada y la ilusión repetida (Vicente Verdú).
EL MUNDO ES UNA PELOTA O LA PELOTA ES EL MUNDO
Estos lineamientos van a vertebrar el presente intento de rescate del asesinato de Alberto Mario Linker en todas sus posibles dimensiones, a medio siglo de sucedido, sobre todo el entorno sociocultural y político en que tuvo lugar. De lo contrario, no sería otra cosa que un hecho policial más, quizá sólo una feliz crónica roja más. Para nada es necesario que un ciudadano de cualquier parte del mundo tenga que leer las Obras Completas de Sófocles y Freud para tener complejo de Edipo. Por eso, no resulta para nada casual que desde veredas totalmente antagónicas en apariencia como es el multimedios Clarín, por un lado, y la presidenta Cristina Fernández por el otro, hace poquito hayan exhumado este año, hasta con inusitada y culposa algarabía, los cincuenta años de la asunción de Arturo Frondizi a la presidencia de la Nación y el intento de resurrección del desarrollismo por el otro. Sobre la faz futbolera del período hubo un discreto mutis por el foro, como no podía ser de otra manera. El tríptico que componen el 6 a 1 en Suecia frente a los checos en junio y el desmoronamiento de toda una etapa de dirigentes como correlato inmediato, el asesinato de Linker tras cartón y el festejo hasta de La Nación (noviembre 11, 1997) que 1959 fue el Año de los Empresarios, ya con la instauración y pública y desembozada del Fútbol Empresa, al que poco después cierto recato por tanta perversión los lleve a rebautizarlo Fútbol Espectáculo, vertebrados con el debut oficial de la economía de mercado que empezará pregonar el ingeniero Alvaro Alsogaray desde el Ministerio de Economía gracias al 3% logrado con su partido, el Cívico Independiente, justamente creado para las elecciones presidenciales de 1958, muestran una armonía de los hechos obstinadamente consumados que jamás lo planificado y conspirativo podrían llegar a lograr.
Alberto J. Armando, concesionario de la Ford y paradigma de dirigente del aspirante a presidente de la Nación, el actual Jefe de la Ciudad, ingeniero Mauricio Macri, que va a ser uno de Los Tres Mosqueteros de la transformación, compró por primera vez a dos hombres con plata de su bolsillo en 1957, la entonces llamada ala izquierda del Real Madrid que formaban Dante Lugo y Antonio Garabal, oriundos de Ferro Carril Oeste, y cuando en 1959 vuelve de su proscripción por su pública condición de peronista de la primera era y reasume la presidencia de Boca Juniors para quedarse un cuarto de siglo con rango de sultán, se los revende al club que preside y resulta ocioso preguntar qué destino tuvo la diferencia entre las dos transacciones. “Yo tengo derecho a cometer delitos”, llegó a espetarle en la cara al juez en lo penal que lo interrogaba por la estafa de la rifa sin premio con que intentaron levantar la faraónica e inútil Ciudad Deportiva, devenida en algo así como un destartalado Coliseo romano que ni siquiera tuvo nunca cristianos y leones.
Y no bravuconeaba.
HASTA MARIA ELENA WALSH LES CANTO A LOS EJECUTIVOS

Ya se apuntó el festejo con bombos y platillos de La Nación que en 1959 había dado comienzo el Año de los Empresarios y adiós a todo viso de romanticismo, medias caídas, camiseta afuera del pantaloncito, no orinar en las escaleras, fair play o cosa que se le pareciera. Lentamente se empezaba a enhebrar la Religión de los Resultados. Eso sí, antes de continuar en otros vericuetos y la avalancha de datos es necesario resaltar que se había iniciado, a la luz del día, en lo simbólico futbolero, con el peso que tiene en la formación de la cultura de masas y la identidad social, la legalidad que será incuestionable, gran negocio de un turbio sector y proceso irreversible que los hombres eran mercancía comprable y vendible. Podían no ser negros y no estar encadenados, sometidos a una dieta de galletas agusanadas y agua apenas potable, como nos enseñaron en la escuela que había sucedido hasta la Asamblea de 1813, cuando formalmente se decretó la libertad de vientres; a partir de ahí, lucirían pantaloncitos cortos, harían goles magistrales de los otros, los ovacionarían hasta el desgañitamiento y los idolatrarían toda la eternidad que tiene ese un ratito en la historia, por mucho tiempo materializada en la tapa de El Gráfico, reciclando una nueva forma de esclavitud con cadenas de oro que una minoría podría convertir en campos, pizzerías, autos último modelo o starlets en ascenso para ser también materia comerciable en la prensa del corazón.
También que la intrepidez y la ayuda de una sociedad huera, casi al garete, los llevó a intervenir de lleno en la Guerra Fría y ofrecerse como paradigma. Más que nada Armando, que de los tres era que tenía un discurso más articulado y un vozarrón por momentos intimidante, con la para nada despreciable boca de expendio por Canal 11 de formar parte del elenco estable de Tiempo Nuevo, conducido por Bernardo Neudstad, todavía en blanco y negro, el fútbol argentino era el más rotundo mentís de la pregonada lucha de clases que agitaban los comunistas sobre los endebles cerebros de los jovencitos: ¿acaso en las tribunas, todos los fines de semana, no se abrazaban como hermanos hasta el más chancho burgués con el más hediondo zaparrastroso? ¿Eh?
Bueno, eso siempre y cuando, entre otras cosas, tiraran para el mismo lado y en la AFA los clubes chicos no se debatieran como gatos entre la leña ante el arrollador avance de Los Grandes, con River y Boca en primera línea. Pero este tipo de detalles no sólo no llegaban a debatirse públicamente, sino que pudorosamente se los evitaba. El deporte, antes que nada, une a los pueblos.
La casualidad no es determinante, pero existe y suele aportar su granito de arena. El 24 de abril de 1958 los libertadores decidieron privatizar Radio Rivadavia, que ya llevaba 30 años. Se la dieron a dos corporaciones amigas, por supuesto, y ese mismo año se da que muere Edmundo Campagnale, el creador de La Oral Deportiva, un bastión que todavía subsiste, y al que premonitoriamente acompañaba la finura de Enzó Ardigó, director de Radiolandia, crítico de cine y periodista de espectáculos, en el primer ensamble entre estos dos ámbitos que hoy están fundidos. El lugar del pionero fallecido fue ocupado por José María Muñoz, (a) El Relator de América, hombre de confianza del Ejército y uno de los puntales del Mundial 78, y que durante 35 años prácticamente va a monopolizar la información y transmisión futbolera.
Ya estaban todos los protagonistas en la cancha. Faltaba el puntapié inicial.