miércoles, 8 de octubre de 2008

CUANDO EL PLANETA EMPEZO A SER BIEN CHIQUITO

El viejo Hospital Salaberry, en Mataderos. No hubo manera de apretar a la guardia para cambiar la causa de muerte a la quería la policía.


A todo esto, desde el año anterior, 1957, estaba orbitando a la Tierra el Sputnik II que en su interior llevaba a Laika, una pulgosa moscovita, de raza PP (Puro Perro) paladar negro, que tuvo el raro honor de comprobar fehacientemente para la especie humana que un ser vivo podía romper la gravedad, en este caso, como se supo mucho después, sobreviviendo nada más que cuatro o cinco horas al despegue porque o hubo un error en la presurización del habitáculo o el material del satélite soviético no era lo suficientemente termoaislante como para que la pobre no muriera achicharrada.

De todas maneras, de noche, cuando la trayectoria trazada lo acercaba a la Tierra, la gente se amontonaba a ver pasar ese puntito luminoso, minúsculo, se creía que con la pobre pichicha adentro, quizá ladrando desesperadamente su angustiosa e ingrávida soledad, podrida que trataran de distraerla con el prendido y apagado de luces rojas de todo tamaño y en todo lugar. La URSS había tomado de manera indubitable la delantera en la carrera espacial para estupor del 99% del pulcro occidente democrático y cristiano. Una multitud de almas súbitamente sensibles para con los animales, en plena Guerra Fría, puso el grito en el cielo por esta nueva y clara demostración de lo inhumano del sistema comunista, totalitario a grado extremo y ateo, como si fuera poco, que solamente perseguía la disolución de una institución sagrada como la familia y la hegemonía mundial, y ahí más encima se la agarraba con uno de los animalitos con que otro ruso, pero como la gente, el profesor Iván Pavlov, nada de tovarich o camarada que el Potemkin ni siquiera había sido botado, quien a principios del siglo XX había elaborado la Teoría de los Reflejos Condicionados sin necesidad de matarlos a los pobres animalitos, solamente engañándolos y haciéndolos ladrar con una lucecita roja que les hacía creer que era comida y salivaban como locos.

Al mismo tiempo mucha gente todavía creía en la súbita aparición del Avión Negro que traería de vuelta al General y no faltaban, sino que abundaban, los que en las noches estrelladas se pasaban horas mirando por donde después pasarían los Sputniks comunistas. A tal punto llegó la mitificación que en 1970 Germán Rozenmacher, Tito Cossa, Ricardo Talesnik y Carlos Somigliana hicieron una obra de teatro que fue todo un éxito. Pero en 1958, todavía vigente poder mencionarlo sólo como El Tirano Prófugo y su paso por el gobierno de casi una década con la etiqueta de La Segunda Tiranía, el susodicho, que ya estaba en la segunda etapa del que iba a ser un largo exilio, luego de la primer parada táctica en el Paraguay del Colorado Alfredo Stroessner, encima que en Caracas le robaron el piano, no las tenía toda consigo. Un aglutinamiento regional de la Gran Logia de los Hermanos Masones, la sociedad secreta más grande en la historia de la humanidad, encabezada por el costarricense José María Figueres Ferrón, que presidía un país considerado paradisíaco por lo privilegiado de su naturaleza y por no tener fuerzas armadas, elecciones libres cada tanto y ningún bochinche de ninguna especie, se había encargado de colectar lo suficiente en las grandes logias caribeñas continentales para acabar con las tiranías que la asolaban. El puntapié inicial fue la de Marcos Pérez Jiménez, que se derrumbó el 23 de enero sin hacer mayores estrépitos. Al mismo tiempo fueron contactados por otros que venían de México y les dieron cuenta acerca de unos barbudos, muy jóvenes y algo aventureros, algunos de los cuales habían participado en el fallido intento de El Moncada: estaban preparando a todo vapor un desembarco en Cuba para derrocar a Fulgencio Batista. Le dieron algo de apoyo monetario, no mucho, porque la Hermandad de la isla siempre había andado por la suya como lo seguiría haciendo, pero al fin y al cabo querían ponerle punto final a otro sangriento despotismo, los hermanos de ahí eran al fin y al cabo también del palo de los de la Escuadra y el Compás, un mantelito en la cintura y saludo con tres dedos, por lo que era un deber fraternal colaborar de alguna manera.