miércoles, 8 de octubre de 2008

LOS INFERNALES CIRCULOS DANTESCOS

Roque Marrapodi, tapa de El Gráfico Nº 2024, junio 27 de 1958, todavía con los lamentos de lo ocurrido en Suecia.



Lo que a más de uno puede resultarle molesto o incluso hasta irritante, como ya se borroneó en un principio, es que salvo por ahí algún que otro detalle, los nombres y alguna que otra envoltura más, lo de Linker puede ser una crónica del domingo pasado o del que viene. Más: lo es. Y ha pasado ya el primer medio siglo. La impune criminalidad policial, a la vista y paciencia de todo el mundo, las declaraciones de los dirigentes, etcétera, permanecen casi tal cual o agravadas por el cinismo de escudarse en el presunto papel social que cumple el fútbol, sin explicitar nunca de cuál se trataría, porque si bien es más que provechoso para ellos, resulta deplorable para la sociedad. Pero a su vez, todos estos emergentes y varios más, eran una reiteración de lo ya sucedido si tomamos el primer hecho mortal desde el punto de vista solamente histórico, como fue el de noviembre de 1924, en Montevideo, y se revisa hasta 1957: solamente 13 muertos, de los cuales 11 corrieron por cuenta y orden de los uniformados, incluida la otra masacre del Monumental, en 1944, ella sola con 9 víctimas fatales. Tanto sobre lo ocurrido en Uruguay por la Copa América (ver bitácora) como por la llamada arbitrariamente Puerta 11 [ver otra bitácora sobre este hecho], porque todo indica que fue la misma que la 12 donde casi un cuarto de siglo después ocurre la otra (ir a la correspondiente), apenas unos días antes que por fin la Municipalidad dispusiera la inspección del estadio por la el grado de inclinación de las bocas de salida y la inexistencia de lamparitas... ¡Más de 24 años para tomar una medida burocrática se podría decir que irrelevante!

Claro que en la Argentina se puede hablar de irrelevancia solamente si no están River y/o Boca en el medio…

Esta reiterada autoría policial y el uso constante de armas de fuego, incluso por civiles de las patotas organizadas y pagas, sigue signando a la violencia futbolera argentina, por más que los periodistas deportivos y no deportivos se desgañiten en exaltar la igualitaria democracia de la sangre y la inutilidad de llorar sobre la sangre derramada y andar exhumando el pasado. La violencia tiene como componentes esenciales una dirección y un significado., además de ser un lenguaje como cualquier otro, con una sensible economía de tiempo y palabras (Jean-Marie Domenach). Que todos los muertos dejen de respirar y les deje de latir el corazón es una perversión reiterada hasta lo asqueante en los certificados de defunción oficiales, pero nada más. Sobre este aspecto esencial de la temática jamás se ha abordado nada con seriedad y en forma sistemática. Lo sucedido en estadios y alrededores cae en la pertinacia de mostrar la no acepción del otro, con el insuperable antagonismo que su exterminio nos deja sin razón de ser como el escenario hipótetico del último verdugo con el último condenado a muerte, por un lado, y por el otro, la latente amenaza de desintegración social si se parte de la conformación de la estructura social en clanes, no en clases sociales de manera ramplona, mecanicista y economicista, de La cabeza de Goliat (Ezequiel Martínez Estrada). Como una necesaria acotación más, la división clánica no agota a la clase social y a la lucha de clases porque aparece, como muestran constantemente las crisis en un país constantemente en crisis, la permanencia de una lucha de clases de clanes, y además que el elemento clánico esencial no es tanto la existencia de elementos comunes como nexo, sino la presencia de un enemigo común como determinante de lo que aglutina.

La actualidad del fútbol, trozado a gusto y piaccere de la tevé a lo largo de la semana, más la existencia de vaquitas de todo tipo, incluso formadas por los barrabravas, la aparición de mafias trasnacionales como la rusa en un inexplicable plotash de la compraventa de jugadores, aparece irracional a la luz de la vieja economía mercantil y no de la virtual que ha hecho estallar como una burbuja a la mismísima Wall Street con dineros intangibles que no tienen ningún sostén y los que hasta con placer los economistas argentinos repiten, procurando mostrar a cada cual su manejo del inglés: shadow banking, que se puede traducir tranquilamente como banca fantasma o en las sombras. Si se tratara de la Argentina, le diríamos más cancheramente banca trucha y listo. Pero se debe aceptar que antropológica, cultural y socialmente no es lo mismo. Los peones de la estancia son los que se maman; los patrones solamente se descomponen...

En marzo de 1992, una publicación tradicional y con una trayectoria clarísima en cuanto a su ideología, como el semanario inglés The Economist, realizó una cobertura especial sobre la ola violentista que asolaba al UK y sin hablar una sola palabra de lo que el vulgo entiende por fútbol, encontró un exacto dislate, un disparatado manejo en los fondos de los clubes a cargo de personajes que al frente de sus respectivas corporaciones eran cuidadosos, amarretes capaces de pelearse por un penique, y exhibían balances óptimos, gananciosos. La conclusión era que estructuralmente el comportamiento de esos señores al frente de un club y el de las barras en las tribunas se correspondían con un encastre casi perfecto.

La perfomance de la AFA en octubre de 1958, pretendiendo castigar a River para tener algo que mostrar a la plebe, la triste payasada del domingo siguiente en el Monumental y en la cancha de Ferro, coronada por un perdón urbi et orbi, correlato deportivo de la otra impunidad, la del asesinato de Tito Linker, también instalan un modus operandi que ya no lo quita el sueño a nadie por más que se lleven cinco leyes especiales a partir de 1985 para tratar de apagar el incendio y el fenómeno haya alcanzado el rango de subsecretaría de Estado, que no es moco de pavo.

Las circunstancias orteguianas del Yo, Linker ofrecen más de un asidero para considerarlo un hecho más que emblemático, barrido más que a las apuradas bajo la poblada alfombra nacional de los olvidos. Cualquiera se puede sentir humanamente tentado a creer que la realidad hasta se ensañó con este episodio. Ni siquiera había pasado un mes que el 18 de noviembre de 1958 el vicepresidente, maestro rural y abogado Alejandro Gómez, pegaba un portazo y se volvía a su pueblo natal, ya harto de tanta panquequeada, y del que no volvería a salir a pesar que los alcagüetes de siempre trataron de amainar el remezón acusándolo de estar en un fragote con los militares de todas las armas, donde hasta los colimbas se prendían en la joda de cualquier actitud rebelde o directamente golpista. Sin embargo, sin volver a incurrir para nada en la política comiteril, fundó el Movimiento Latinoamericano en Defensa de la Energía y el Petróleo al que donó su pensión vitalicia por el alto cargo nacional que había ejercido durante tan poco tiempo.

El 13 de diciembre, en medio del Caribe, una titulada Radio Rebelde, desde algún lugar de la isla, por lo menos prácticamente inaudible, propala el primer reportaje a un médico argentino que ya había empezado a hacer sonar su nombre, que se le había dado el objetivo de tomar la ciudad de Santa Clara para partir al lagarto verde que creyó ver el poeta Nicolás Guillén que era su patria. Quebrarlo, en términos militares, para preparar el asalto final, y cuando le hacen alusión a su nacionalidad y el motivo si se quiere extraño o poco frecuente de su presencia allí, con no muy buen humor respondió que la revolución no era un problema de nacionalidad y que había que hacerla donde y cuando se podía. A los dos días, al frente de una columna que ni redondeando la cifra llegaban a los 400, y que por el aspecto que lucían daban toda la sensación de ser un ejército, sí, pero de menesterosos, inicia la ofensiva. En el objetivo lo esperaban 37 mil hombres, artillería, blindados ligeros para barrer las calles y el apoyo de la aviación. El poco visto, si se quiere hasta exótico jefe, era la primera vez que pisaba la llanura porque encima de haberlo desembarcado al borde de la muerte por un ataque de asma, lo habían subido a la Sierra Maestra y de allí, salvo para operaciones militares furtivas, no se había movido. Sin embargo, el todopoderoso The Times lo había detectado, pero como ub cirujano de origen argentino...

A la luz de cualquier ligero análisis previo, sin necesidad alguna de ser experto en estrategias guerreras, la tarea sobrepasaba en mucho la categoría de quimera. Pero en el camino él ya había conocido a la blonda y llamativa Aleida March, que va a ser su segunda esposa y la madre de tres de sus hijos, encumbrada dirigente del 26 de Julio precisamente de esa ciudad, que no sólo le va a hacer de lazarillo en un lugar que él ni siquiera conocía por mapas o fotos, sino asegurarle el irrestricto apoyo popular que resultó tan decisivo como desequilibrante.

Los cálculos previos del médico que lo era sólo por el título otorgado por la UBA y del que hasta él mismo se burlaba, le daban que iban a tener goma para por lo menos un mes. Sin embargo, el 29 de diciembre, a sólo dos semanas, el coronel a cargo del regimiento levantó la bandera blanca y se rindió incondicionalmente. Solamente le pidió al jefe enemigo, en el patio del cuartel, el ya comandante Ernesto Che Guevara, que le respetara la vida a sus hombres, unos conscriptos campesinos, analfabetos en su mayor parte, que estaban ateridos de miedo ante ese hombre que ya se había constituido en una leyenda en vivo y al que –según decían y juraban- las balas comunes, granadas y hasta cañonazos no le hacían ni mella. Guevara le dio su palabra de honor que así va a hacer, como que tampoco aplicaría castigo corporal alguno, pero que su tropa no tenía ni calzado, muchos con las uñas podridas por los gusanos que se les incrustaron al cruzar pantanos y ciénagas en los casi 500 kilómetros que habían hecho a pie y marcha forzada desde la Sierra Maestra en sólo cuarentipico de días, y del resto de la indumentaria, mejor ni hablar, porque en el mejor de los casos eran hilachas. Unos harapientos penosos, para colmo con unos pelos mugrientos, apelmazados por la gratitud y de un largo a la par de cualquier mujer. Por lo tanto, exigía que aparte de las armas que ya habían depuesto, procedieran a descalzarse y quitarse los mononos uniformes verde oliva porque se los iba a incautar para ellos en primer lugar y los que sobraran para otros ciudadanos en la miseria de la zona que pudieran necesitar indumentaria de alguna especie para taparse las zonas pudendas. Una vez en pata y paños menores, más que en libertad, los dejó en estampida, que se las arreglaran como pudieran para ir donde quisieran.

Una nueva historia empezaba a escribirse. El máximo jefe, Fidel Castro Ruz, mandó escribir en el interior uno de los descarrilados vagones blindados con que el régimen intentó un manotazo de ahogado por lo inminente de la derrota: "Está batalla ha sido una obra maestra de la guerrilla. El Che es un artista de la guerrilla."