miércoles, 8 de octubre de 2008

PUESTA EN FOCO

El próximo 19 de octubre, además de caer domingo, también se festejará el Día de la Madre. A esto, en la jerga periodística, se le suele llamar el cotillón o la biyuterí, adornitos que embelesan a los que degustan y se engolosinan con los ornamentos y brillos de lo superficial y altamente decorativo. Pero ocurre que se cumple medio siglo de aquel otro 19 de octubre, a la sazón también Día de la Madre, cuando estaba por terminar en El Fortín de Liniers el correspondiente Vélez-River a la usanza antigua de dos ruedas -un partido de ida, la segunda de revanchas de vuelta-, iban dos-uno arriba los locales, se produce un estallido violentista de los perdidosos por el irreverente falta de respeto y ataque a las leyes del juego como era hacer tiempo para que el árbitro haga sonar los tres fatídicos silbatos finales, cae el arquero local herido en una mano por una cortaplumas arrojada desde la tribuna visitante, dado el reglamento vigente el referí da por terminado el partido y entre focos de incendio en la platea, más un evidente intento de voltear el alambrado para invadir la cancha, una granada de gases lacrimógenos, arrojada con la escopeta respectiva, terminó con la vida del joven empleado y estudiante Alberto Mario Linker, de 18 años, domiciliado en los deslindes de Villa Crespo.

La deshumanizada y frívola profesionalidad con que la prensa en general tiende a sepultar para siempre este tipo de hechos arrastra consigo también la sepultura definitiva de la rica arboladura sociocultural con que algunos, sobresalientes por lo emblemáticos, además de simbólicos y representativos, suelen contener su buena y suculenta miga. No puede tratarse de otra cosa, salvo excepciones que confirman las regla, no que las niegan: tanto el periodismo como los deportes son estructuras hegemónicas a través de la cual el sistema imperante aspira a perpetuar su status quo mediante el abulonamiento de sus valores fundantes. Ahora, por su parte, los sajones suelen hablar de la cruel obstinación con que se presentan los hechos. Desde esta perspectiva, 1958 se empecina en exhibirse como un Año Bisagra con su correspondiente correlato deportivo, y el asesinato policial del adolescente Linker cumple con exceso todos los rigores de la autonomía cultural que tiene esta actividad en la sociedad donde está inserto, tal como contar con una historia propia, tener sus propia cronología con las respectivas efemérides que se van generando, también una legalidad y un tempo (Pierre Bourdieu). También el papel de lo hegemónico persuasivo que cumple el deporte en general, como una estructura segregada para la mantención de los valores del stablishment (Jennifer Hargreaves) sin por eso dejar de lado las vacaciones de la realidad (Herbert Spencer) que los primeros positivistas, padres de la sociología moderna, creyeron encontrar desde siempre en la actividad, todo reforzado por la idea de que en los estadios metropolitanos se celebran antiquísimas ceremonias que representan un sentido inverso de la vida, que lo van a seguir haciendo por milenios (Ezequiel Martínez Estrada), y donde esencialmente en esas ceremonias rituales se representan dos valores fundamentales que son las más caras a sus habitantes: la Proeza y la Muerte (Lewis Munford). La contrasociedad deportiva, que recién va a ser advertida casi veinte años después como negativo ideológico de un sistema cada vez cada vez más insoportable, tarde o temprano, terminaría siendo minada por las implacables leyes de la economía y la lucha de clases (Bernard Jeu). Casi una década después de este asesinato institucional en un estadio de los arrabales del mundo se dará cuenta del surgimiento y establecimiento definitivo de la espectacularización de toda la sociedad capitalista, cuyo hilo conductor para enhebrar la representación con que se presentan todo tipo de hechos, será, justamente, un sentido inverso de la vida (Guy Debord). Con muchos más motivos, el posmodernismo actual ofrece al fútbol como la mejor arena para que el hombre contemporáneo represente su drama (Roberto DaMatta). Nadie debe extrañarse si en cualquier pasaje, salvo algún dato o nombre que pueda resultar disonante, llega a creer que está leyendo algo que sucedió la semana pasada o que va a suceder el fin de semana que viene. Los estadios de fútbol tienen en su origen mismo el insalvable antagonismo de que simultáneamente operan como galvanizadas escafandras que aíslan totalmente de la realidad exterior (Ezequiel Martínez Estrada), pero al mismo tiempo el mundo imaginario que queda ahí representado resulta atrapante, fascinante, por ser el goce religioso, en miniatura, de la sociedad real, una perfecta escenificación de la dicha escatimada y la ilusión repetida (Vicente Verdú).