miércoles, 8 de octubre de 2008

“¡OBREROS Y ESTUDIANTES,/ UNIDOS ADELANTE!”

Facsímil de la carta-epitafio. A los desertores, ni la sal ni el agua.

Desde los primeros días de aquel agosto de 1958, los corrillos, sobre todo estudiantiles, se empacharon con la especie que se venía una atropellada clerical sobre la educación genéricamente llamada sarmientina, esto es, laica, libre y gratuita, tal como lo había dejado estampado la Reforma Universitaria de 1918 desde Córdoba. Pero el 9 de agosto, nunca se supo con la venia final de quién, nuestros infantes de marina pertrechados para la guerra desembarcaron en el islote Snipe, en pleno canal de Beagle, que había sido la obsesión y el blanco elegido por su artillería por el almirante Isaac F. Rojas como vicepresidente de la dictadura, muy cerca de las dichosas tres islas en cuestión que tres décadas después llevaron al borde de la guerra a los dos países, y desde los barcos que hicieron el apoyo logístico al operativo, a cañonazos, otra vez le hicieron polvo las balizas y boyas a los chilenos. En la capital trasandina, como picados por una araña, la réplica instantánea de la estudiantina universitaria no fue para nada novedosa: el busto de Sarmiento que estaba a metros de la embajada argentina, en el Parque Forestal, a pasos de la Plaza Italia, fue a parar al Mapocho por enésima vez. Por fin el 17 de agosto, en una fecha que es muy cara a los dos lados de la cordillera, los políticos civiles firmaron un acuerdo que rebobinaba lo actuado, aseguraba la paz y los métodos civilizados para dirimir los diferendos fronterizos que estaban pendientes, todo hasta que la próxima provocación, viniera de donde viniese, repitiera la función y todo vuelta a empezar. Si no, ¿qué había dicho el mismísimo Perón de ese tipo de rituales hueros, nada menos él, que había sido echado por espía cuando era agregado militar en Santiago de Chile y trasladado a la Italia de Il Duce con el mismo cargo y donde con fruición asistiría a una función histórica que lo llenó de embeleso?

El 1º de setiembre, en la Capital Federal, no se pudo saber nunca quién lo arrojó y contra el vidrio de cuál institución educativa católica, pero voló el primer piedrazo, lo hizo añicos y lo que vino a continuación fue un revoltijo continuado, con funciones mañana, tarde y noche. Los borregos de la educación secundaria estatal no dejaron ventanal sano en nada que tuviera que ver con la Iglesia y de adentro, los agredidos, también rompían vidrios, pero los que protegían las mangueras para casos de incendio, las conectaban y con la potencia de esos chorros, apenas sostenida los largos, pesados y obscenos bocas de bronce lustrado como entre diez, mantenían a raya e incluso hacían retroceder a los belicosos. Del otro lado de la cordillera, el conservador Jorge Alessandri, (a) La Señora para la oposición de izquierda y con más de una intención, hijo de don Arturo, (a) El León de Tarapacá, responsable de la matanza de Iquique cuando a su turno fue presidente y que Violeta Parra inmortalizara en una canción donde sentencia que el león es tal en toda generación, gana las elecciones generales con apenas el 31% de los votos. En segundo lugar y constituyendo la segunda vez que se presentaba como candidato de una coalición de izquierda, fundamentalmente formada por socialistas y comunistas, el también masón Salvador Isabelino del Sagrado Corazón de Jesús Allende Gossens, como le había puesto su madre, una copetuda trasandina muy católica y con ascendientes judíos, y por otro lado pariente lejano y político del triunfador, se lleva el 29%. Pero van a faltar todavía dos elecciones más para que el Compañero Presidente llegue al palacio de La Moneda y cumpla con su palabra de honor que de allí lo sacaban las urnas que le habían otorgado semejante sitial republicano y responsabilidad o muerto.

Pero a Buenos Aires y Córdoba, sobre todo, les importa un pomo lo que pasa en otros países. Los estudiantes van a los locales solamente para concentrarse y salir a darse. No solamente ellos están levantiscos y en huelga: también el profesorado, con el doctor Risieri Frondizi, rector de la UBA y hermano del presidente, quien había exhumado en su momento un no muy procedente proyecto de la Libertadura, pergeñado por lo más reaccionario del sector clerical, y que le otorgaba a las instituciones privadas y pagas la potestad de entregar títulos profesionales habilitantes. En otros términos, como sucedió, se habilitó la ventanilla para la venta al mejor postor de diplomas ya sea de pedicuría, ingeniería química, medicina, derecho y después una multiplicación cariocinética de las llamadas carreras cortas donde cualquier badulaque recicla una casa vieja, contrata la pelusa siempre abundante y solícita, hambreados seculares, de intelectuales de tercera o cuarta línea, lo anuncia con publicidad mural barrial e inaugura un instituto terciario, ya sea para formar técnicos en doblar esquinas con gran salida laboral o licenciaturas para tirar chopps. Y no sólo van a juntar plata con una pala sino que la educación en su máxima expresión se acható hasta quedar con un grosor quizá menor que el de las chanchitas con que le abollaron el cuero cabelludo a los que volvieron triunfadores morales del Mundial de Suecia y obviamente totalmente depreciadas. El vaciamiento educacional no dejará de ser sistemático y de una formidable efectividad. La irrrefutable decadencia argentina tiene allí uno de sus pilares más sólidos.

La Argentina quimérica de los mejor comidos y más educados de América Latina empezaba a hacer agua por varios rumbos. El 15 de setiembre, en una concentración oficial con atildados estudiantes charteados con dineros oficiales de todo el país, bien prolijitos, brillosos y compuestos con sus uniformes de monogramas bordados casi siempre en dorado, que con un entusiasmo no exactamente del fondo del alma, se arracimaron en la Plaza de Mayo, atrás de Belgrano, ni con viento a favor llegaron a 40 mil. La prensa siempre obediente duplicó esa cifra. En el famoso balcón del General, el presidente Frondizi, el gobernador bonaerense Alende y monseñor Antonio Plaza, hombre de la Curia en materia educacional, quisieron hacer una demostración del arrastre popular con que contaban. La réplica de la FUA, cuatro días después, fue feroz. La cifra más retaceada, a cargo de la muy gorila La Prensa de los Gainza Paz, habló de 240 mil. Horacio Sanguinetti, en 1974, en el mensuario Todo es Historia del vacilante Félix Luna que supo estar también junto a Frondizi, aceptó casi a regañadientes 250 mil. Estimar que 350 mil, en un país por entonces de 20 millones de habitantes, no es para nada exagerado y la erige en la mayor concentración estudiantil que ha tenido el país en números brutos y ni qué hablar con las comparaciones del caso. Aunque la drástica opción puede ser objetada por artificiosa, ahí se estaba con Sarmiento o contra Sarmiento, con la Reforma Universitaria o contra la Reforma Universitaria. No hubo tu tía. Es una edad donde no caben medias tintas ni tiene lugar lo que iba a ironizar Alfredo Palacios enunciando la regla de oro para el entreguismo existencial: “Los incendiarios de hoy serán los bomberos del mañana.”

Fue inútil. Como lo reconocería el mismísimo monseñor Plaza veinte años después, desde La Plata, Capital Nacional del Capitán Capucha, al agradecerle al ex presidente Frondizi el cumplimiento de su palabra de honor de lo pactado previamente sobre la cuestión, el paquetito había formado parte lo mismo que el apoyo electoral acordado en presunto secreto con Perón. [Por más detalles de lo que dio en llamarse el enfrentamiento entre la Laica y la Libre ver una bitácora sobre el tema con un clic.]

En aquella Argentina convulsionada, errática, casi constantemente policéfala desde la cuna, más que acéfala o anómica, reinaba el mejor y el más apropiado de los climas para ponerle marco a lo que sucedería después en la cancha de Vélez, en la presidencia del club el mismísimo y legendario don Pepe Amalfitani. En el segmento siguiente se reproduce tal cual, sin tocar una coma, a lo sumo tratando de corregir algún error grosero, lo publicado en forma de libro por el autor de este trabajo en junio de 1986, con la sincera convicción, contando y recontando hasta con los dedos una y otra vez, que desde Linker al 31/12/1985 el Fútbol Empresa primero, Fútbol Espectáculo casi enseguida, para disimular un poco, ya llevaban sobre la espalda un centenar justo de víctimas fatales a través de 27 hechos, entre los cuales figuraba la Puerta 12 nada menos que con 71 de un solo saque. Craso error develado tiempo después, cuando era tarde para echar pata atrás y enmendar la grosería: eran 103, entre ellas un referí al que le reventaron la cabeza a patadas, reeditando la leyenda británica de patearle la cabeza al danés, en un cuadrangular amistoso de La Carlota, Córdoba, en febrero de 1972, donde el preciado primer premio eran 30 mil dólares de los de entonces y corre por cuenta de cada uno agregarle los ceros de la depreciación que crea conveniente.

Los límites impuestos a ese trabajo fueron claros y cumplidos. A pesar de tenerse opinión formada sobre muchos e incluso información contraria, se respetó lo que los medios masivos de comunicación y la información oficial había dejado saber de cada uno a la gente común. Al lector se le dejaba la pesada y a veces infructuosa tarea de salvar las distancias que suele haber entre el discurso público y lo que realmente acontece.

En el medio, nada menos, está el manipuleo de conciencias.